SANTA CRUZ DE LA SIERRA

El centro de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra nos sorprende con tres rasgos principales. En primer lugar los autos no frenan en las esquinas. Se torean. Se van probando para ver quien pasa y quien deja pasar. Pero no frenan. Tampoco se insultan o se enojan por esa actitud del otro. Funciona así. En segunda instancia, el olor a fritura lo invade todo. Caminar por cualquiera de sus calles sabe a pollo frito. Por último, los taxistas te ven turista y te tocan la bocina, aminoran la marcha, se te ponen al lado y te miran. Un no gracias o un simple cruce de miradas silenciosas son suficientes para que el taxista acelere y te permita seguir siendo peatón.

Ante el exceso de oferta de pollo frito esa noche no cenamos. Nuestro hotel, extremadamente económico, estaba en el primer anillo de una ciudad que se organiza en circunvalaciones que van marcando zonas, barrios y sentidos. Nuestro paso por Santa Cruz era mínimo. Era la forma de arrancar el viaje sobre el nivel del mar para ir subiendo de a poco e irnos cruzando con la Bolivia profunda de a poco. Pero esas 24hs. en pleno centro de Santa Cruz nos sirvió para empezar a observar los contrastes. En la Plaza principal encontramos una carpa con las fotografías de presos y perseguidos políticos. Así los denominan muchos santacruceños que los creen víctimas del poder del gobierno de Evo Morales. Para los oficialistas y gran parte de la población del resto del país se trata de simples golpistas y asesinos. En la Plaza principal de la rica Santa Cruz de la Sierra el mensaje es claro: Autonomía. 

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