PASAJEROS SIN DESTINO

Siempre en grupo. Nunca menos de dos ni más de cuatro. Levantan la vista para mirarse entre ellos y la bajan para ver a los demás. Gustan de los espacios chicos con mucha gente. Su lugar en el mundo son los metros cercanos a las puertas del vagón. Miran, buscan, fichan. Permanecen a la caza de carteras semiabiertas, bolsillos anchos y sacos distraídos. Eximios jugadores de truco, se comunican por señas ante la pasividad del señor de campera, bostezo y mucho sueño. Se tiran muecas de besitos para llamarse, guiños y sacudidas de cabeza para acercarse. Mientras uno intenta posar sus dedos, otros dos le dan una mano arrinconando sigilosamente a la presa. Hacen que viajan. Suben desorganizadamente como si no se conociesen y bajan en fila india dejando al descubierto su relación. Bajan de un lado del andén y suben por el otro a ese tren que está por partir en sentido contrario. Vuelven. Luego ascienden a otro nuevamente en sentido inverso. Amigos de lo ajeno que se mueven de modo extraño. Se intentan mimetizar pero no pueden. Pasajeros sin destino.

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