TACHERO DIXIT

En determinados ambientes sociales de la Ciudad circula un estereotipo del tachero que dice: Son fachos, odian a los negros, los colectiveros y a los inescrupulosos deliverys en moto. Cómo todo estereotipo tiene algo de verdad y algo de exageración.
El otro día dos parejas subieron a un taxi. Debatían sobre el encanto del barrio de Flores. Para ellos era un lindo barrio, accesible por los medios de transporte. Ellas no opinaban lo mismo: queda lejos, no hay nada directo, es feo. Al subir, una de ellas le preguntó al chofer:

-       ¿Usted de que barrio es, le gusta Flores?
-       Ah, no el mío es peor. Escalada y la autopista.

A partir de aquí dejaremos de lado el estéreo, que era analógico y ochentoso. Nos quedaremos con el tipo:

“Ayer me encañonaron dos negros. Ya me habían afanado siete, más dos de ahora son nueve. Siempre negros. Debe haber algunos macanudos, pero hay que matarlos a todos. Pero con una de caño corto, con esa no fallás. Un día me tengo que llevar puesto a uno. La ley de estadística y probabilidad dice que nueve robos nueve negros, son todos chorros. Es indiscutible. Ahora cuando voy por Escalada no paro más, sino los negros te afanan”.

Antes que San Pedrito desapareciera en Nazca le tocó bocina a un colega que venía hablando con sus pasajeros de Atahualpa, el Folklore y el buen blu (LINK).

“Con el scoring también falla la ley de probabilidad. Cómo nos van a dar veinte puntos igual que a cualquiera que maneja. Nos tienen que dar cién puntos. Estamos todo el día dándole y dándole con el auto. No puede ser. Encima los colectivos no te dejan ver nada, después te pasas un semáforo y te cagan. Igual, las multas las paga el dueño. Un policía el otro día me paró. Le dije haceme la boleta rápido, igual la paga el dueño. Apurate que le sigue corriendo la ficha a la señora. Eh, que le pasa, me espetó el oficial. Y qué querés si me boleteas ahora y después me afanan los negros y no haces nada. Vos me paras acá pero yo ahora hago dos cuadras y paso otro en rojo. Se que vos no estas. Pero ojo lo hago con precaución”.

Una cuadra más adelante una moto de delivery pasó rozando al taxi. El pasajero de adelante se lo hizo notar, sabiendo lo que vendría, con un comentario del tipo:

-       Y encima estos pibes del delivery.
-       Ah, si, qué querés. Son los peores. Los tienen que reeducar a esos animales. Te cruzan por donde quieren. Están todos locos. Yo en cambio manejo tranquilo, sin despeinarme - seguía diciendo.

“Yo negros no subo”, dijo mientras retomaba el tema y doblaba por Rivadavia. “Bolivianos si. Son laburadores. Pero los negros nuestros, chilenos, peruanos y paraguayos ni loco. Te afanan. Además yo a la noche tengo que ver a quien subo, y si subo negros no los veo, insistía. Uno de los pasajeros le recomendó, mordiéndose los labios para no reírse,  que los denuncie en el mapa de la inseguridad. Je, dijo el tipo.

Decíamos que el estereotipo tiene algo de verdad con algo de exageración. Este tipo era la confluencia perfecta de la verdad y la exageración. El estéreo pasaba música de una FM. Era domingo.


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