Más
allá otros dos pibes. Prolijos estudiantes del CBC con sus blackberrys y el
Facebook on line hablando del examen del lunes. Heráclito, Parménides, Platón.
Nadie pasa dos veces por el mismo río. Todo fluye, se dicen.
La
familia peruana que va a la comunión. El nene de 4 años vestido de pantalón de
corderoy y saco sport. Camisita, corbatita y chalequito. La madre con su mejor
vestido; el padre se puso lo que pudo. Se nota a simple vista que todo el
esfuerzo lo puso en su esposa y en su hijo. El abuelo con ese traje de andá a
saber cuántas comuniones. Y la señora que los mira extrañada desde su asiento y
su mp3.
El
transformista a medio hacer. Con su bolso y medio look listo para la
performance que hará en ese show de todos los sábados a la misma hora en el
mismo lugar.
Cuando
todavía Donato Álvarez no es Curapaligue, sube muchísima gente que desde hacía
rato venía pateando Rivadavia. Algunos vuelven a la misma villa que los pibes
del fondo. Dos van a la misma iglesia que la familia. Uno al show del
transformista y una señora de cuatro décadas que vive en la misma cuadra que
esos dos chicos de look desalineado, jogging, gorrita, barba cuidadosamente descuidada
y campera deportiva. También ahí en Donato Álvarez y Rivadavia subió una pareja
de franceses: él de pelo largo acomodado como si fuera Ricardo Arjona, ella toda
de negro con una de esas minifaldas que rajan la tierra. “Ojalá que la raje así
nos quedamos solos”, piensa el flaco del asiento individual que la mira. El
francés, con sonrisa permanente, pone sus monedas (no tenía SUBE) y saca los
boletos. Mientras, su novia camina hacia el centro del 44. El francés se acerca
haciéndose lugar entre la familia de comunión y los dos estudiantes de griegos
clásicos.
Símil
Arjona, profesor de Antropología; Minifalda, estudiante avanzada de Sociología.
Ambos, con cierta extrañeza, empiezan a notar esa diversidad y
multiculturalidad que viaja en el 44 del sábado a las 21hs. Él le dice: “Mañana
haceme acordar que escriba sobre esto”.
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