ALBERT, EL COLECTIVERO ANIMADOR

La chica que baja en la facultad toca timbre. A lo lejos se escucha un sorprendente “no estoy”.

- ¿Parada o sentada señora?
La señora lo mira con la tarjeta Sube en la mano.
- ¿Quiere boleto para viajar parada o sentada? Parada $1.60, sentada $2 - le dice con ese inconfundible tono de provinciano jodón. La señora ríe y le pide uno para viajar parada.

- “Plaza Miserere”, anuncia.

El muchacho que bajaba en Once le toca timbre y él contesta con un “Ya voy”.

Las pasajeras le dicen Albert.

¿Sabe por qué estoy contento? - le dice al hombre de 72 años que viaja pegado a él. - Tengo internada a mi suegra. Quizás antes de las tres tengo buenas noticias.

- Sabe que la otra vez me pidió que la acompañe a comprar un mueble. Fui. Era una rama para enroscarse. Tenía una ya vieja, de eucaliptos, y la cambió por una de algarrobo. Yo le dije mire que está barnizada, se va a resbalar. No me dio bola. Está internada.

- “9 de Julio”, avisa.

Un pasajero de traje y corbata roja se puso a jugar con el timbre y lo tocó tres veces. “Ya voy”, “no estoy”, “ya va”, respondió Albert respectivamente. El pasajero sonrió y bajó antes que el colectivo cruzara la más ancha.

- “Albert, dale que estoy apurada”, le grita cariñosa una habitué.

En un semáforo Albert observa al chofer y al acompañante de la camioneta de mudanzas que para al lado:

– “Que buena vida eh, como pega el vino, ¿no?” - les grita con el brazo y un poco de la cabeza afuera. Charla unos segundos y cierra la ventanilla.

– “Tomados iban los dos” - le dice a la chica que recién subía.

- “Yo voy medio dormido a esta hora. A eso de las doce, doce treinta me despejo, pero la voy llevando”.

- “Ya tenemos máquina, ahora esto de la Sube. En cualquier momento ponemos Mastercard y Cabal”.

- “Flórida” - grita con acento en la o.

El pibe de mochila se le acerca con cara de perdido:

- ¿Ya llegamos a Paseo Colón? - le pregunta.
- Uh, nos pasamos, contesta Albert.
- Pero me dijiste que me avisabas - le recrimina.
- Y buen, ¿y yo como me divierto sino? No, no te preocupes. Faltan 15 cuadras.
Mochila se fue riendo.

- ¡¡ Albeeeeeeeeert!!
- Sí, ya va.

- “Son santiagueños los boletos, por eso tardan en salir. Están cansados. Usted ponga las monedas que después salen con el de la señora. Salen de a dos pegados. Son santiagueños”.

- “A medida que baje gente pasen al fondo. No se olviden que atrás tenemos refrigerio. Mate, te, café. ¡¡Tomen eh!! Qué sino después sobra y tengo que andar tirando”.

Cruza Perú. Justo al lado de su ventanilla dos mozas haciendo delivery esperaban el cambio de semáforo. Albert ve los jugos de naranja en la bandeja y les grita:

- ¿Uno es para mí?

Sorpresa y risas fue la respuesta de las mozas mientras el colectivo se iba.

Otra pasajera de vestido largo lo llama con un Albert bien pero bien agudo. Albert le da la bolsa que parece que le venía cuidando desde hacía rato. “Gracias” le dice ella y amaga a bajar por adelante.

- “Vaya por atrás, que además es más fácil”.

Llegamos finalmente a Paseo Colón. El pibe de mochila y yo bajamos. Albert siguió viaje.


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